La evidencia de que una gran parte de la moral está inscrita en la masa encefálica y que no se debe a completamente a la educación es cada día mayor. Hoy Nature publica los resultados de un estudio -del que se hace eco The Guardian- que apoya la tesis casi definitivamente.
Sus autores han mostrado a dos grupos de bebés, diferenciados por sus edades, una escena que representa una persona escalando una colina y otras dos que tratan, respectivamente, de ayudarle e impedírselo. Los personajes están representados por figuras geométricas que los bebés pueden reconocer fácilmente; en concreto, un triángulo empuja al escalador y un cuadrado le cierra el paso. Tras contemplar la escena, los investigadores ofrecían a los niños que sostuviesen el triángulo o el cuadrado. Todos los del primer grupo, de 6 meses, escogieron el triángulo; del segundo, de 12, 10 hicieron lo mismo. Nadie quiere estar con el malo.
No deja de maravillarme está memoria moral forjada, con paciencia y crueldad divinas, durante medio centenar de millones de años y que nos hace deudores y hermanos de nuestros ancestros más remotos. De algún modo, somos la síntesis de millones de hombres y de sus millones de dilemas, guerras, miedos, amores y alegrías.
Actualización.
En Tabula Rasa encuentro el vídeo del experimento.
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