06 noviembre 2007

Turistas.

Estos días de descanso me han brindado la ocasión de pensar en el turismo. LLama la atención que el turista -también el fumador- sea una de las pocas especies no protegidas por la corrección política. Se puede despotricar tanto como se quiera contra ellos sin riesgo de enfurecer a nadie.


Probablemente este maltrato esté justificado. El turismo casi ha aniquilado la magia del planeta. Naturalmente, todos participamos en esa destrucción . El turismo no ha salido por arte de magia; su auge se debe únicamente al abaratamiento de los viajes, del que todos nos aprovechamos. No había viajeros porque no se podía viajar; hay viajeros por lo contrario. Culpar a la vulgaridad de moderna invasión de monumentos y paisajes , como hacen los snobs, a la supuesta vulgaridad de nuestra época es algo ciertamente vulgar.

Siendo esto cierto, podemos preguntarnos por qué le sienta tan mal a una catedral o a una pirámide el turismo. Hay razones obvias: la falta de silencio, la incomodidad, la falta de intimidad necesaria para ensimismarse...etc. Pero éstas son razones técnicas, que apenas rozan el fondo de la cuestión.


Muchos de los viajeros vuelven de algún lugar lejano con cierta insatisfacción. La mera visita de un lugar no colma del todo su espíritu. Quizás, sin percatarse de ello, exclamen: "Me gustaría pasar cada día cerca de este edificio", "me gustaría saber que puedo conversar con un amigo en aquel patio siempre que quiera, sin ninguna necesidad de mirar", "me gustaría sentarme en aquel banco junto al lago". Sienten que este tipo de belleza física existe más para que sea una influencia, un ambiente que para ser admirada. Con su habitual profundidad, el gran G. K. Chesterton, en The Philosophy of Sight-seeing , sugiere esta propiedad de la belleza como la causa del desencuentro entre turistas y monumentos:


The real explanation, I fancy, is this: that these cathedrals and columns
of triumph were meant, not for people more cultured and self-conscious
than modern tourists, but for people much rougher and more casual.
Those leaps of live stone like frozen fountains, were so placed and poised
as to catch the eye of ordinary inconsiderate men going about their
daily business; and when they are so seen they are never forgotten.
The true way of reviving the magic of our great minsters and historic
sepulchres is not (...) to be more careful of historic buildings. Nay, it is
rather to be more careless of them. Buy a bicycle in Maidstone
to visit an aunt in Dover, and you will see Canterbury Cathedral
as it was built to be seen. Go through London only as the shortest
way between Croydon and Hampstead, and the Nelson Column will
(for the first time in your life) remind you of Nelson.
(...)You will really see the Place Vendome if you have come on business,

not if you have come for art.
For it was for the simple and laborious generations of men, practical,
troubled about many things, that our fathers reared those portents...

2 comentarios:

Júlia dijo...

El exceso provoca estos efectos, es bonito ver un par de gaviotas en el cielo pero ver un ejército d ellas encima de los monumentos urbanos, es inquietante. La modernidad ha transformado -con alguna excepción- el viajero en turista, la masificación en muchos campos, con sus efectos buenos y democráticos, provoca también la banalización y el empacho.

Joseph T. dijo...

Así es Julia, pero no creo que haya habido una transformación de viajeros en turistas. Más bien parece que en tiempos pasados sólo había viajeros, que hoy no se ven diluidos entre masas de innumerables turistas. Antes viajar requería de esfuerzos enormes - ecónomicos, técnicos, de tiempo-, así que quien decidía moverse a otro lugar lo hacía porque lo deseaba profundamente. Hoy en unas horas y por relativamente pocos euros nos desplazamos miles de kilometros, así que, ¿por qué no ver las piramides?