Para mí, [Nueva York] es la ciudad romántica por excelencia, y cuando más desmedida la veo, la considero más inspirada; pero sobre esto tendríamos que entendernos. El romanticismo de Wall Street no es del mismo orden que el del Puente de los Suspiros, y no sirve para los comerciantes retirados ni para los matrimonios burgueses en viaje de luna de miel. Decía un poeta español que, en Nueva York, las estrellas le parecían anuncios luminosos. A mí, en cambio, los anuncios luminosos me parecen estrellas, y Nueva York, es, en mi concepto, una ciudad romántica, no a pesar de su brutalidad y su codicia, sino por ellas precisamente. Por su brutalidad y su codicia, por su estridencia, por su violencia, por su culto de las catástrofes, por su sacrificio constante del pasado y del porvenir al momento presente, por la organización comercial de sus crímenes y por la organización criminal de sus negocios [... ] ¿Conciben ustedes nada más romántico -para poner un ejemplo concreto- que esto de prohibir las bebidas alcohólicas a fin de elevar a la categoría de delito el acto de tomarse un aperitivo?
09 septiembre 2008
"La ciudad romántica por excelencia"
Llevo mucho tiempo escuchando alabanzas del periodista Julio Camba. Hoy he dado con un libro suyo y me lo he llevado a casa. Les aseguro que los elogios que se le dirigen no son ni un ápice exagerados; compruébenlo ustedes mismos en este fragmento que extraigo de primer capítulo de La ciudad Automática.
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