03 agosto 2007

¿Carcel por burlarse de la religión?

Ayer un estudiante universitario, Stanislav Shmulevich, fue detenido en Nueva York tras haber arrojado un ejemplar del Corán al lavabo. La misma universidad cursó la denuncia a la unidad policial encargada de los crímenes de odio (apróximadamente equivalentes a la incitación al odio racial) , aunque primeramente sólo consideró el hecho un acto de vandalismo, tras presiones de estudiantes musulmanes. Después de pasar la noche a la sombra, hoy ha sido formalmente acusado de delitos que pueden conllevar penas de cárcel. El CAIR ( Council on American-Islamic Relations), moderado , ha expresado su satisfacción - bendita sea la moderación.

Estamos hablando de penas de cárcel por mostrar desprecio a una religión. No me gustaría exagerar en un tema tan resbaladizo, pero esto produce un enorme desasosiego. Supone una ruptura radical con la tradición jurídica occidental en temas de libertad de pensamiento y opinión. Es, a mi entender, una pirueta temeraria del sistema que , si no confirma, al menos apoya las opiniones más radicales y sombrías respecto a la supuesta islamización de occidente y la incompatibilidad del Islam con la democracia. No es lo más irrelevante el apoyo de semejante canallada por los representantes oficiales y oficiosos de la comunidad islámica.
Si, desafortunadamente, condenan a Shmulevich y continúa vigente el principio de igualdad jurídica, se avecina una tormenta desatada.
Por poner nuestro ejemplo: la irreligiosidad, la irreverencia, el ateismo sarcástico, la blasfemia cotidiana -el omnipresente me cago en Dios- han formado parte esencial del debate intelectual y popular occidental desde los primeros levantamientos del racionalismo hace ya varios siglos. Una condena surtiría de munición jurídica para liquidar este derecho moderno tan costoso.
Se destacan otros temas igualmente inquietantes. ¿Por qué no se actuó cuando cierto artista sumergió un cristo crucificado en orina? ¿ Cuál es la causa, que debe ser tan profunda como para haberse instalado como un automatismo, de la discriminación entra la religión más arraigada y la importada? Recordad las dos versiones de la libertad de Saramago.
Además, ¿cómo trazamos los límites a la ofensa? La ofensa es un sentimiento parcialmente subjetivo, ¿ cómo podemos saber lo que ofenderá a un creyente? ¿ Comer cerdo o apostasíar es o no una ofensa? ¿El ateísmo es una ofensa? Hablo de hechos considerados graves por la religión de Mahoma. De hecho, la mayoría son castigados severamente en países de tradición islámica. ¿No se indigna usted y, si puede, trata de impedir lo que le resulta inmoral? Si usted considera inmoral un hecho, tanto como para que en su país esté incluido como delito en el código penal, no luchará para que este deje de producirse?
Por último, ¿debemos, por el hecho de que una religión lo sea , respetar todas y cada una de ellas? ¿Qué hacemos, pues, con todas aquellas que exigían sacrificios humanos, como la centroamericanas o las cartaginesas? ¿ Y de las minoritarias, despectivamente denominadas sectas, pero con el mismo respeto por la realidad que la mayoritarias? ¿ Qué elemento racional permitiría distinguirlas unas de otras? ¿ La cantidad de creyentes?
Y, viendo que las religiones contienen, si no son, ideologías, ¿qué hacemos con las ideologías? ¿Puedo ofender a las creencias ideológicas? ¿Puede, legítimamente odiar el comunismo o el conservadurismo? ¿Puedo criticarlos, tan brutalmente como quiera?

*He escrito esto en a vuela pluma. Espero que no esté demasiado confuso y no contenga demasiados errores. Me parecía demasiado importante para postergarlo - mis lectores deben estar bien informados.

2 comentarios:

Júlia dijo...

Un tema inquietante, efectivamente, i una enfermedad con demasiados síntomas, ya que no es el primer problema de ese tipo. En el fondo, el problema es que hay ideas que producen temor y otras que no, pero todos esos síntomas, que afectan la libertad, deberían preocupar mucho más, quién sabe en que espiral nos encontramos...

Anónimo dijo...

No me imagino qué hubiera hecho aquel juez con Federico cuando dijo: Dios ha muerto... mínimo silla eléctrica.
Qué falta de sutileza, y de buen humor, caramba.