10 mayo 2009

Irlanda se adapta a los tiempos. Tiem...

Irlanda se adapta a los tiempos. Tiempos que, contra toda razón, parecen gobernados por la Organización de Estados Islámicos. El encargado del movimiento es el ministro de Justicia irlandés, quien pretende incluir la siguiente enmienda en el acta que regula la calumnia en su país :
"Cualquier persona que publique o exprese ideas blasfemas [blasphemous matter ] será culpable de un delito y podrá ser condenado a una multa de hasta 100000 euros". Son consideradas blasfemas las ideas que son "extremadamente[grossly] abusivas o insultantes en relación a asuntos tenidos por sagrados por cualquier religión, causantes por ello indignación en un número sustancial de los seguidores de dicha religión" y que han sido publicadas o proferidas "para causar tal indignación".
Estrictamente, esto es el fin de la libertad de expresión y la sacralización legal de los sentimientos religiosos. Y supone, además, la constatación de que los legisladores empiezan considerar seriamente las peticiones de la izquierda multicultural y la derecha religiosa en el sentido de que se legisle en base a los volátiles sentimientos de los creyentes.
Lo que podría ser el inicio de una gravísima deriva suscita infinidad de preocupaciones. La más preocupante, a mi juicio, es el efecto que leyes de este tipo pudieran ejercer en la vida intelectual.  En efecto, ¿no produce "indignación en un número sustancial" de religiosos el que la teoría de la evolución cuestione la veracidad de la Biblia? ¿No hace lo mismo que se niegue la santidad de Jesucristo o la de Mahoma? ¿Van a tener los filósofos que ser prudentes con las conclusiones a las que lleguen en sus reflexiones por temor a que alguna secta religiosa se engañe? ¿ Se podrán publicar obras de Nietzsche o de Dawkins sin violar la ley?




 

 


1 comentario:

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Hay que delimitar la blasfemia aislada, carente de todo valor argumentativo, literario o artístico, y señalarla como aquella cuyo propósito no es esencialmente persuadir a alguien o engrandecer algo (i.e., lo contrario de aquello de lo que se blasfema), sino simple y llanamente ofender a un grupo respetable. Creo que todos somos capaces de distinguir ambos casos en una hipotética jurisprudencia, pareja a la del derecho al honor. Puesto que el derecho a la ofensa, si existiese sin más requisitos, sería antisocial y estaría injustificado. Ésta es también la mejor protección contra la intolerancia religiosa y el fanatismo.