Acabo de escuchar al diputado Cabañes en Onda Cero explicar sus planes para lanzar el machismo al basurero de la historia. ¡Qué bellas son las almas puras! Nuestro buen samaritano pretende acabar con los roles machistas dictando a los niños a a qué deben y a qué no jugar en los recreos. No le importa, asegura, que los niños jueguen a fútbol, pero, puntualiza, siempre y cuando lo hagan también las niñas. Como si los niños no sufriesen suficiente las interferencias de los profesores en clase como para sufrirlas también en el tiempo libre. ¿Sabe esto Zapatero?
Tengo una anécdota que quizás le interese al diputado, traída de un colegio de preescolar de Zaragoza. La profe, haciendo una excepción a una norma del colegio, permitió a los niños que jugasen con balones en el patio. Les dejó hacer y se distrajo hablando con una compañera. Cuando volvió a prestar atención a sus alumnos, el jolgorio ya había empezado: Los niños se perseguían a pelotazos y las niñas se habían quedado todas embarazadas. Las pelotas les sirvieron para imitar a mujeres embarazadas. Justo lo que concluyen los estudios, como explica Steven Pinker en La tabula rasa :
"Las niñas juegan más a papás y mamás y a imitar roles sociales; los chicos lo hacen más a pelearse, perseguirse y manipular objetos"Supongo que es demasiado pedir a nuestros diputados más afligidos por el ser humano que estén al tanto de los últimos hallazgos científicos sobre el asunto que les perturba tan intensamente. Mejorar a los hombres y a las mujeres, tan tercos, es un quehacer que requiere mucho tiempo y paciencia. Pero supongo podrán sacar algún minuto para instruirse. Es ese tiempo podrían leer, por ejemplo, el libro del que he sacado la cita anterior, La tabula rasa de Steven Pinker, libro asequible donde podrían, entre otras cosas, asegurarse anticipadamente del fracaso de sus políticas :
"En un famoso caso de estudio, un niño de ocho meses perdió el pene en una circuncisión mal hecha. [El médico] les aconsejó que dejaran que los médicos castraran al pequeño y le implantaran una vagina artificial, y los padres le educaron como a una niña sin contarle lo que había pasado. Los hechos [del caso] se ocultaron (...) hasta que se descubrió que, desde muy pequeña, Brenda [el bebé mal circuncidado] se sentía un niño atrapado en un cuerpo de niña y un rol de género. Rasgaba los vestidos con volantes, rechazaba las muñecas y prefería las
armas, le gustaba jugar con chicos y hasta insistía en orinar de pie. A los 14 años se sentía tan desgraciada que decidió que o bien vivía su vida como chico o bien acababa con ella, y al final su padre le contó la verdad"
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