No pretendo ofender a mis lectores, ¡nada más lejos! No obstante, pese a considerar que los doctos que acuden a éstas páginas en busca de alimento espiritual son gente intachable, respetabilísima, no puedo olvidar que nuestra época es tumultuosa y, ay, inmoral. Así que no puedo negar categóricamente que la virtud general, sin duda altísima y reconocida por todos, de los lectores esté en algún caso particular levemente empañada por el feo vicio de la juerga de fin de semana.
Por ello, y en virtud de la vocación de servicio público de este blog, paso a publicitar la sabia herramienta que Google pone a disposición de sus usuarios más alegres.
De entre los aficionados a la juergas, ¿cuál no teme el insondable horror de abrir el explorador de Internet y descubrir que la noche pasada, durante el brumoso plazo entre la llegada a casa y el desplome en la cama, había enviado un email? ¿A quién, por Dios, a quién? Y ¿qué barbaridades no habría escrito? ¿Una serenata virtual y beoda a aquella chica tan fascinante? ¿Un manojo de insultos al jefe? ¿Una cursi y servil declaración de amistad al cabronazo con el que hace años que no hablas?
Una preocupación justificada, sin duda. Pero que, gracias a Google, la humanidad ya no tendrá que soportar más. Por fin beberemos felices, libres de estos angustiosos efectos secundarios. Una nueva herramienta, Mail Goggles, impide que a partir de cierto grado de embriaguez se puedan enviar correos electrónicos. Con ella en el ordenador, cuando usted le de al botón "enviar", Mail Googles le pedirá que resuelva un sencillo problema matemático para estimar la magnitud de la cogorza. Si usted lo resuelve, considerará que usted todavía retiene la suficiente compostura como para enviar un email sin arruinar su vida o su carrera y te permitirá enviar el email. Si no, deberá esperar a que pase la tormenta. O agarrar el teléfono móvil y cometer la misma fechoría pero pagando.
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