01 septiembre 2007

Ah, ¡la juventud!

Abandono la idea de cocinar -es el último día de Agosto y en Madrid el aire está caliente y pegajoso- y salgo a comprar un kebab. Mientras Karim lo prepara, ojeo el País Semanal. El periodico rebosa felicidad, pues ha conseguido entrevistar a uno de los iconos del movimiento antiglobalización: "Tras perseguirle durante años, Manu Chao accede a hablar", se lee.
He escuchado mucho a Manu Chao. Continúan gustándome sus ritmos pegadizos, pero hace ya mucho que aprendí que los poetas que quieren cambiar el mundo son unos falsarios si a la vez que cuentas sílabas no limpian alcantarillas . Qué no serán los músicos pop.
Karim se afana frente a la parrilla vertical y yo me dirijo a a la entrevista como quien se dirige a una aburrida reunión universitaria, resignado a volver a escuchar el invariable manojo de ideas estériles.
Cuando leo los destacados comprendo lo equivocado que estoy. A bocajarro, uno de ellos recoge lo que podría ser el lema del movimiento antiglobalización :
"con 46 años y todavía no me creo un adulto", confiesa Manu Chao. La admiración abierta que le demuestra el entrevistador le invita a prescindir de cualquier decoro. "Aquí están las entrañas del altermundismo moderno", me digo.
Leo el cuerpo de la noticia esperando las consecuencias del lema. Están allí, proferidas con el descaro del absuelto de antemano o con la vanidad del admirado de antemano. El periodista explica que "son las cinco de la tarde y Manu confiesa que acaba de levantarse, que no ha desayunado". Levanto la mirada y observo a Karim, al que veo cada día a las ocho de la mañana fregando el bar y al que suelo escuchar cuando cierra a las doce, y siento un profundo disgusto. Pienso que no hay nada malo en ser una aristócrata snob, pero también en lo despreciable de que tal pretenda pasar caballero de los desventurados. A las cinco de la tarde los famélicos ya han pasado un calvario y a los inmigrantes ya les duele la espalda.
La entrevista avanza confirmando la coherencia del cantante. Los niños no suelen tener niños, pero sí, por lo que parece, los que encallan en la niñez, pues Manu Chao tiene uno. Además, se considera un educador superior. "Siempre odié la idea del núcleo familiar, los padres y el niño encerrados en su pisito o en su chalé.""Tampoco creo que padres e hijos deban estar todo el tiempo juntos. Vi la última vez a mi niño en diciembre, pero sé que está bien y eso me basta." Dejando de lado el prejuicio infundado ( las familias "encerradas todo el día" en el "pisito"), escuchar esto del cabecilla de los justicieros era algo que no esperaba. Todo el día acusando al capitalismo de atomizar la sociedad y de debilitar las relaciones sociales para no pasar ni un sólo segundo con tu hijo en nueve meses. Tanto hablar del patriarcado y tanto arremeter contra los empresarios que desatienden sus deberes familiares para no asumir ni una sola de las responsabilidades que implican forjar una vida y cargarlas todas en las espaldas de la madre. Inmediatamente, trata, sin embargo, de disculparse; eso sí, sin que se note demasiado: "Allí[donde vive mi hijo], igual que en África, los niños son un proyecto de la comunidad entera, los adultos cuidan de todos." No puede sorprendernos este cinismo olímpico, ya que no se considera adulto. Así que nada le obliga a trabajar con la "comunidad entera" que "cuida de todos [los niños]". Qué desagradable es la solidaridad cuando requiere sacrificios.
Karim me pasa el kebab con una sonrisa. Él sí que cuida sus hijas. Siento la injusticia de que un dandi se enorgullezca de haber algo por él. Y también lo enfermizo que una parte del mundo le reverencie como a un referente moral.
( Viernes 31 de Agosto del 2007)
*
Estas letras no agotan todo lo que se puede decir del caballero Chao. Les recomieno que lean entero el reportaje; es un documento imprescindible para comprender la corrosión del -casi caricaturesco- pensamiento comprometido. Respecto a la afición, cómo no, del cantante a los chamanes y a las energías lean a Alfonso Gámez.

3 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

Definitivamente, los profetas ya no son lo que eran.

Júlia dijo...

Lo peor de todo eso es que mucha gente lo cree y se hace suyas esas palabras y esa actitud, identificándola con una especie de modernidad al loro. Con muchos prediadores de verdades diversas, la prueba del algodón es averiguar quien cuida sus niños y sus viejos y quien limpia en su casa.

Joseph T. dijo...

Gregorio: si estos son los profetas, menudo futuro!
julia: Desde luego es la prueba del niño. Hoy mismo en barcepundit he leido que Arthur Miller, referente ético, se desentendió de su hijo con síndrome de Down internándolo en un orfanato. Algo similar hizo Rousseau, y esto no le impidió escribir el Emilio. La diferencia, y no es poca, es que ellos no se enorgullecieron de haberlo hecho.